Mientras más y mejores decisiones tomemos seremos más
exitosos y felices. Si también nuestro equipo lo hace, contribuirá notoriamente
a nuestro éxito.
Es hora de decidir sobre todos los proyectos guardados en el
escritorio.
Tomar
decisiones es fácil
Decir
esto sí es realmente fácil
En este
artículo iniciaremos con el proceso de toma de decisiones en forma general y
racional, ya que principalmente aplica en el ámbito profesional, siendo también
válido en muchas de nuestras actividades personales, familiares y sociales.
Posteriormente completaremos con comentarios sobre el factor emocional de la
toma de decisiones y concluiremos con la síntesis del mensaje.
Al igual que
cualquier actividad del ser humano, tomar decisiones es algo que con la práctica y el ejercicio constante va
volviéndose no solamente fácil, sino automatizado. Se nos dificulta este
ejercicio, ya que a nadie nos gusta golpearnos, y menos que otros nos golpeen. También
parecería ser más frecuente que en otro tipo de actividades el que nos
“equivoquemos”. A veces estas “equivocaciones” llegan a afectar a terceros quienes
con razón o sin ella, cuando la afectación es negativa, nos lo echarán en cara;
pero cuando les resulta positiva, normalmente se darán por bien servidos.
La realidad
es que ninguna opción es del
todo buena, ni del todo mala. Recordemos la historia mandada por correo
electrónico de la filosofía del indio, cuando su hijo se cayó del caballo y se
rompió una pierna. ¡Qué buena suerte!, de lo contrario hubiese tenido que ir a
luchar, y todos sus compañeros fueron muertos. Y por el contrario, cuando algo
parece que es de buena fortuna, resulta que si no hubiese sucedido, no se
desencadena el siguiente evento que afecta negativamente. Esto es, al decidir nunca nos equivocamos; si y solo si, únicamente tomamos en
cuenta la afectación positiva de dicha decisión.
Al igual que
en el proceso de negociación, siempre tenemos que ceder algo para obtener algo
a cambio. Esto es, cualquier
decisión que tomemos, incluyendo no tomarla, tiene sus costos y sus beneficios.
Ejercitar el músculo de la toma de decisiones implica medir los posibles costos
y beneficios de las opciones que en este momento tenemos, incluyendo
seguir tal y como vamos y,
al igual que en una carrera de atletismo, tomar la decisión en el menor tiempo posible.
Cuando se tienen todos los elementos de juicio y se
conoce el valor de todas las variables implicadas en la toma de decisiones,
realmente el proceso puede ser hasta mecanizado, ¡no tiene
chiste! ¿Qué vas a comer? ... pregunta común en las casas sin que se conozcan
las opciones (o variables). Sabiendo lo que hay decidir es fácil, de lo
contrario casi siempre resulta en un problema familiar. Cuando no se tiene el
conocimiento, la respuesta correcta para no entorpecer nuestra capacidad de toma
de decisiones es: ¿Qué hay? O sea, obtener la información necesaria para tomar
la decisión.
Cuando el lado positivo de cualquiera de las
opciones a decidir es muy bueno, y el negativo de ambas es muy pequeño, la
decisión también suele ser sencilla. Estas decisiones hay que tomarlas de
inmediato y mientras más y más consciente lo hagamos, mejor.
Recordemos que hay que ejercitar el músculo de la toma de decisiones.
Por otro
lado, cuando el riesgo implícito en la toma de decisiones es bajo, nos parece
más sencillo hacerlo. No es lo mismo decidir si nos vamos por esta calle o por
la otra si no tenemos prisa, pero qué difícil es cuando en el automóvil traemos
a una persona a la que le acaba de dar un infarto. La misma decisión parece
tornarse sumamente complicada. En ambos casos la información que tenemos es la
misma, y por ello las probabilidades de tomar el camino que menos tiempo nos
consuma son las mismas. No es
cuestión de que nos equivoquemos, es cuestión del azar. Nadie se equivoca al
escoger los números del Melate. Se
facilita tomar estas decisiones cuando nos hacemos conscientes de que el
resultado no depende de nosotros, sino del azar. No nos equivocamos,
simplemente el número no salió premiado. Si pensamos de esta forma, nos
tropezaremos, nos caeremos, nos golpearemos, pero curaremos nuestra capacidad
de tomar decisiones muy rápidamente.
Es común que parezca que no tomamos decisiones
esperando que nos lleguen otras posibles alternativas.
En verdad, lo que estamos haciendo es tomando la decisión de esperar a que se presenten
los otros hechos. Estando
conscientes de ello, primero debemos tomar la decisión de poner un plazo a
dicha espera, en función de los costos, beneficios y riesgos implícitos.
Al término del plazo debemos forzarnos a tomar otra decisión, misma que puede
ser alargar el plazo de no decidir, a riesgo de caer en un rizo interminable.
Entrelazar varias decisiones complica el proceso
de obtención de información, análisis de alternativas y toma de decisiones. Se deben aislar, e iniciar el
proceso con la más relevante y, en el momento en que se vayan encontrando las
alternativas, evaluarlas y desecharlas en forma inmediata o continuar en un
proceso de enriquecimiento de información. Mientras se encuentra la mejor opción
para la más relevante, se pueden seguir buscando alternativas viables para las
otras y tomarlas en función del resultado esperado para el conjunto.
Hasta aquí
todo tiene que ver con el proceso en forma racional, y puede parecer fácil
cuando procuramos tomar las decisiones lo más conscientemente posible.
Sin embargo, como seres humanos,
para vivir en plenitud, no solamente tenemos que usar el intelecto, sino que contamos con otras dos herramientas:
las emociones, a las que generalmente tratamos de demeritar y minimizar
su importancia; y otra aún mas menospreciada y que solemos desoír, la intuición, esa voz que no es solo femenina, sino
humana y que difícilmente se equivoca.
La decisión
más importante que tomamos como seres humanos es la de unirse “para toda la
vida con otra persona”. En ésta debemos utilizar las tres herramientas mencionadas para tomar la
decisión: Intelecto, Emoción e Intuición. La cabeza puede hacer ver lo
valiosa que es la otra persona; la emoción urge a compartir la vida con ella; y
la intuición puede, o no, confirmar que el resultado será satisfactorio. De
acuerdo con Grief Recovery Institute, en el 80% de los rompimientos románticos
uno, o los dos, intuían que no se debían casar con la otra persona. Desoír esa
sutil voz que advierte – no lo hagas – hace que el resultado sea doloroso. El
principal problema de la intuición es que además de sutil es respetuosa. Cuando
se le pide callar lo hace y deja que fluya la ilusión.
Por otro
lado, recordemos que cuando el resultado depende del azar, estar conscientes de
ello facilita la toma de decisiones y que en realidad nunca nos equivocamos. Esto
es correcto intelectualmente pero emocionalmente puede ser más complejo. Por ejemplo,
es muy común arrastrar el sentimiento de culpa cuando un ser querido se suicida.
Aún cuando racionalmente se tenga claro que no se pudiera haber evitado y que la
decisión fue ajena. ¡Chin, si no me hubiera detenido a comprar pan hubiera
llegado a tiempo para descolgarle y salvarle! Con la razón podemos estar
convencidos de que no es nuestra culpa, y aun así arrastrar el peso de la
terrible decisión de haber comprado pan. En estos casos tenemos que acudir a
obtener ayuda profesional como la que ofrece el mismo Grief Recovery Institute.
En síntesis el mensaje es: Toma decisiones. Sé consciente de que las estás tomando. Infórmate lo
más que puedas, pero rápido, de las opciones, de sus costos, sus beneficios y
de los riesgos implícitos. Calcula, de acuerdo con tus
valores, el retorno de la inversión que tendrás. Toma en cuenta tanto las
emociones como a tu intuición. Y siempre, pero siempre, valora lo positivo de
la decisión que ya tomaste.
Si por algún motivo el resultado es doloroso,
aprende a tener compasión por ti mismo. Muchas veces ante los resultados
obtenidos aprendemos que hubiéramos tomado una decisión distinta si hubiéramos
tenido el conocimiento de la experiencia, ahora ya lo tenemos.